Como perros de presa me rodean,
me acomete una banda malvados
mis manos y mis pies han traspasado
y contaron mis huesos uno a uno
reparten entre sí mis vestiduras
y mi túnica se juegan a los dados
Salmo 21,7-8
¿Quién te ha herido Nazareno?
¿Quién te entregó?
¿Quién te dio cien latigazos?
¿Quién te puso esa Corona de espinas?
¿Quién te traicionó?
¿Quién se burló de Ti?
¿Quién ensució tu Manto?
¿Quién te negó?
¿Quién te causó tanto dolor?
¿Quién clavó tus manos y tus pies en el madero?
¿Quién te pegó, quién te escupió?
¿Quién clavó una lanza en tu costado?
¿Quién te dio hiel y vinagre?
¿Quién desfiguró tu Santa Faz, quién te insultó?
Que llorarás por nosotros, por nuestra traición
Que subirás al Gólgota por nuestra Redención
Que caerás tres veces y te levantarás
Que a la Verónica dejarás tu Divino Rostro
Que en tus Divinas Llagas nos ofrecerás tu Amor
Que con una sonrisa abrazarás tu Cruz
Que entre espasmos indecibles ofrecerás tu Cuerpo
Que en tu agonía perdonarás a los hombres
Que te llevarás Contigo al Buen Ladrón
Que a tu Santa Madre nos dejarás por compasión
Que por nosotros morirás como un pecador
Que por los hombres olvidarás tu condición de Dios
Que en un grito entregarás tu Espíritu
Que a los brazos de tu Madre te bajarán después de muerto
Que dejarán tu Cuerpo en el Sepulcro
Perdónanos Señor y ten piedad
Por tu Calvario, por tu Sangre derramada
Por no aceptar tu Sacrificio
Por hacerte obra inhumana de nuestros pecados
Por nuestra ingratitud, por alejarnos de la oración
Por no perdonar como Tú nos perdonas
Por nuestras caídas y recaídas
Por nuestros vicios y concupiscencias
Por nuestros lujos y comodidades
Por ser injustos con el desvalido
Por no amar al prójimo
Por ser ciegos y sordos de corazón
Por nuestro egoísmo, por nuestra falta de caridad
Por no creer en tu Misericordia
Por nuestro poco espíritu de mortificación
Por dejarte solo, por no aceptar nuestra cruz
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