“Hijitos que difícil es para los que confían
en sus riquezas entrar en el Reino de Dios
más fácil le es a un camello pasar por
el ojo de una aguja que a un rico en el Reino de Dios”
Mc. 10,17-30
… Aunque el mal no está en la riqueza
sino en la avaricia de los hombres,
en su ambición desmedida
pues toda su felicidad consiste
en almacenar tesoros, en acapararlo todo
pero empequeñecen su alma en la soberbia
Una riqueza que ahoga las virtudes,
que endurece el corazón,
hay quienes que con dinero
pretenden comprar a Dios
hay quienes comparten su abundancia
y otros que no...
¿A cuánto seríamos capaces
de renunciar por seguirlo al Señor?
por obsequiarle un minuto de nuestros pensamientos
por despojarnos de algo muy preciado
como en un pequeño sacrificio
o una ofrenda de amor
Ser rico ante Dios no está
en el valor de las cosas que tienes,
ni en tu vestimenta, ni en tus zapatos
ni en tus alhajas, ni en tu cuenta corriente
El nunca te dirá “cuánto tienes, cuánto vales”
Solo te recordaría que en tu fe tienes el mayor tesoro,
en tu generosidad para esa mano que pide tu ayuda
en dejar egoísmos e intereses atrás
en recordar que a la sepultura nada te llevarás,
pero puedes irte con las manos llenas
del amor que has dado, de lo que compartiste
La verdadera riqueza se acumula en el alma
en todo bien que hagamos
en ese ofrecernos a lo que Dios nos pida
¿qué prefieres ser un rico en la tierra
o un eterno pobre en el Reino de Dios
¿Cuánto de nosotros estamos dispuestos a dar?
Acumular bienes solo nos haría más pobres en el cielo
En la renuncia a nosotros mismos,
en el desprendimiento de nuestras comodidades
de los lujos innecesarios, de los excesos
nos hará inmensamente ricos ante Dios.
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