martes, 22 de diciembre de 2009

SOBERBIA



Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso
cuyo nombre es Santo, cuya misericordia
se derrama de generación en generación
sobre los que le temen.
Manifestó el poder de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
y ensalzó a los humildes
Colmó de bienes a los hambrientos
y a los ricos los despidió sin nada.
Acogió a Israel su siervo, recordando su misericordia,
según había prometido a nuestros padres,
a Abrahám y a su descendencia para siempre.

El Magnificat Lucas 1,46-55


Para aprender a ser humilde y no soberbio
no has de buscar siempre el primer puesto
ni buscar la alabanza de tu prójimo,
para hacerte humilde siéntete pequeño,
reconoce alguna vez que no estás en lo cierto,
porque tú no eres dueño de la verdad.
No te creas más ni mejor que alguien,
acepta ser buen ganador y también buen perdedor;
mírate por dentro antes de juzgar a otros,
ni tampoco te creas más puro porque vas a comulgar,
y debes confesar tus faltas, nunca las ajenas

Ser humildes nos lleva a servir a quien lo necesite,
saber escuchar antes que hablar, ser modestos, pacientes
teniendo siempre en los labios una palabra amable;
a ser mansos de corazón nos llama el Señor,
porque al ser soberbios nos sentimos poderosos,
miramos siempre arriba sintiéndonos los únicos
creyendo que a nosotros nunca nos va a tocar,
pero así como es alta la subida, estrepitosa es la caída
y alguna vez la vida nos quitará la venda del orgullo
teniendo que reconocer que nos equivocamos

La soberbia nos convierte en seres autosuficientes, vanidosos,
nos ciega los ojos del alma sin querer ver
de que lado está la verdad,
nos aleja de quienes amamos,
porque pesa más nuestro orgullo,
nos lleva a ser altivos, arrogantes,
a llevarnos el mundo por delante, nos hace ególatras
pero al final del camino nos vamos quedando solos
porque no hemos sabido perdonar,
porque por un falso orgullo no supimos pedir perdón;

Para arrancarnos de raíz esa soberbia
despojémonos de toda vanidad, de toda presunción,
sabiéndonos criaturas débiles;
humildad es arrodillarse y rendirse ante Dios
reconociendo que sin El nada podemos
aceptando el camino que nos muestre,
abriendo el corazón humildemente
encontraremos la fuerza de la fe,
aprenderemos a amar al darnos,
a compartir con los demás
a aceptar nuestras culpas,
a matar nuestro egoísmo
a dar buenos frutos, a ser mansos;
al ser humildes seguimos al Señor
porque Jesús es la perfecta humildad.

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